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Reflexiones sobre la meritocracia

Actualizado: 6 mar 2021

Por: Leticia Oliveira

Departamento de Fisiología y Farmacología (MFL), Universidad Federal Fluminense, Brasil.

Ganadora del Premio Mercosur de Ciencia y Tecnología - 2020, en la categoría de Investigador Senior.

Movimiento Parent in Science Brasil

Traducción: Lina Caballero.


Señoras y señores, quisiera agradecerles todos los mensajes maravillosos que recibí en las redes y en WhatsApp sobre el premio Mercosur de Ciencia y Tecnología. Aunque hay mérito personal, mi historia está marcada por muchos privilegios. (1) A pesar de sufrir discriminación por ser mujer, no tenía el color de mi piel como un obstáculo más para lograr mis metas. Sabemos que solo el 3% de las científicas brasileñas (supervisoras de estudios de posgrado) son mujeres negras. TRES POR CIENTO, señoras y señores, este número es indecente y vergonzoso en un país donde la mitad de la población es negra. (2) Pasé por muchos momentos difíciles en mi vida, especialmente en la infancia, pero tuve (y tengo) una familia maravillosa y estructurada para apoyarme, madre, hermanos, abuelos y tías siempre presentes para apoyarme. (3) Tengo una pareja desde hace muchos, muchos años que me da cada día el amor necesario para soportar este mundo, a veces tan extraño y bizarro. Una pareja que cuida de la familia, que comparte conmigo la crianza de nuestra hija, que discute proyectos conmigo y me da ideas para nuevos experimentos, pero que principalmente me saca del encarcelamiento, a veces enfermizo, que el trabajo nos provoca. Recuerdo que durante el período de examen del doctorado insistió en que hiciéramos el curso de “identificación del cielo” en el planetario de Río de Janeiro. Terminé cediendo y hoy es uno de los mejores recuerdos que me llevaré de esta vida. Sé del privilegio que representa esta alianza, según los datos del movimiento “Parent in Science”, más de la mitad de las científicas informan que cuidan a sus hijos prácticamente solas. (4) Tuve una hija que me provoca sentimientos que ni siquiera sabía que existían, que van desde el amor profundo hasta los miedos irracionales, una transformación en mi visión del mundo. Hoy ella tiene 15 años y hace tiempo he estado aprendiendo mucho más de lo que enseño. Con ella aprendí la importancia de la representación en la política y la sociedad de las mujeres negras, trans y periféricas. La maternidad (especialmente cuando recibe apoyo) es una fuente de mucha inspiración y poder. (5) Como muchas científicas blancas en Brasil, tuve una mujer negra que me ayudó a cuidar a mi hija, que me proporcionó tranquilidad para ir a trabajar sabiendo que mi hija no podía ser mejor cuidada. Una mujer que, de no haber sido por el racismo en el que vivimos, hubiera ido mucho más allá (hoy es profesional y ejerce como trabajadora social). Y aquí no estoy exenta de la parte de responsabilidad que tengo de haber reproducido implícitamente este sistema. (6) Tuve dos supervisoras de maestría y doctorado que me inspiraron y me hicieron dar cuenta de que la ciencia es para las mujeres. (7) Una red de mujeres colaboradoras y madres científicas que se asociaron conmigo para desarrollar mi carrera científica. Justo después del nacimiento de mi hija, a menudo pensaba en rendirme, no lograba concentrarme, tuve mucha pérdida de memoria, no tenía energía. Continué porque en el laboratorio había mujeres que me apoyaban, que compartían conmigo las responsabilidades de orientar a los estudiantes, escribir artículos, desarrollar proyectos de investigación. Mujeres (profesoras y alumnas) que compartieron conmigo las penurias de los diversos episodios de sexismo que vivimos en la ciencia. Hasta hoy es esta asociación la que me mantiene en la ciencia (sí, incluso hoy, a veces, pienso en desistir). La ciencia, como el arte requiere intensidad, siempre vivimos en el último volumen. Creo que es parte de la naturaleza de esta actividad, pero necesitamos tener más tiempo para respirar, estar con nuestros hijos, leer un libro, para no hacer nada.

Amig@s, me gustaría invitarl@s para que transformemos parte de estos privilegios en derechos. Que movimientos como “Parent in Science” y los distintos grupos de trabajo por la equidad de género y la diversidad en la ciencia se multipliquen. Que más madres sean apoyadas en la academia, que tengamos más hombres y mujeres negros haciendo ciencia. Propongo que discutamos esta paradoja de producir, pero sin excluir necesariamente otras dimensiones de la existencia.

Que nuestro peso no se mida por el número de artículos publicados. Que se evalúe más calidad y menos cantidad. Que la ciencia se vuelva más humana y equitativa. Que revisemos las métricas. Que se deje de romantizar el trabajo excesivo, que tengamos más tiempo para la vida cotidiana, para hacer actividad física, para disfrutar de los niños, para cuidar las plantas, para no hacer nada, para hacer un curso de “identificación del cielo” y poder guardar todos estos recuerdos para los días que vendrán.


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